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La pelea de las montesas

Llegado el mes de Noviembre, para muchos fotógrafos de naturaleza comienza un mes atractivo en cuanto a buscar el celo de la Cabra montés, (Capra pirenaíca victoriae). Una fecha donde la actividad de los machos monteses que se acrecienta en persecución de hembras en celo para las posteriores cópulas al abrigo de las altas cumbres de Gredos en este caso. Quizás uno de los momentos más atractivos en cuanto a esta especie se refiere, en su entorno nevado, riberos cristalinos que acompañan ese paisaje de alta montaña y donde ellos encuentran su copioso sustento en los pastos invernales.


Es por todo ello, que a cualquiera que nos gusta la naturaleza y la fauna intentemos inmortalizar este comportamiento que tiene lugar entre los meses de Noviembre y Diciembre, cuando entran en celo las hembras y los machos de montesa buscan estrepitosamente un grupo al que mostrarles su vigorosidad y potencia en la embestida junto a otros congéneres de similar tamaño y edad. Muchas veces hemos escuchado en el fragor de la contienda, el entrechocar de sus cuernas, produciendo un estruendo inconfundible de ese sonido que el eco de la montaña traslada por el valle rocoso donde se encuentran. A veces, es cuestión de paciencia o suerte, encontrar ese grupo donde los viejos machos imponen su hegemonía hasta ser derrotados por la nueva generación, más vigorosa y con las hormonas a punto de estallar al oler en el ambiente las feromonas femeninas que surcan el gélido viento invernal. Un chasquido seco y potente anuncia las peleas entre machos y posteriores encuentros amorosos en soledad con el grupo de hembras ganados a base de imposición jerarquizada. Todo un reto para el fotógrafo que acude a esta llamada de la naturaleza.


Pero no siempre tenemos la suerte o estamos en el momento adecuado o lugar adecuado para ello, insistimos, observamos y seguimos con interés a los grupos aislados intuyendo ese encuentro donde el roquedo ofrece una atalaya digna de ataque sobre el que osa retar al macho dominante. Pero la cuestión no es solo inmortalizar ese encuentro temporal en la especie, a veces nuestra visión en la fotografía se centra si no hay suerte en otros momentos que transmitan lo vivido de su comportamiento, las hembras altivas y recelosas hasta dar el "sí quiero", los jóvenes sin opciones aprendiendo de los grandes machos engalanados con sus pesadas cuernas, las crías de otros años que siguen aferradas a sus madres y los viejos machos solitarios que han sucumbido a esfuerzos pasados dejando paso a otros mejor dotados en la batalla.


A mí, otro año más se me ha negado el momento esperado, amagos, recelos, parsimonia en movimientos que no son los esperados y no por haber llegado antes o después de las incruentas batallas, sino que el destino no ha querido en esta ocasión reencontrarme con la escena soñada de cualquiera que hayamos acudido a la aventura natural de su ciclo reproductor. Otras cosas han habido en los momentos a solas con cabras, posados, saltos sobre el arroyo cristalino que corre por las laderas entre formas graníticas incombustibles, escarceos amorosos, insinuaciones, gemidos y sonidos sugerentes al olor de la grupa femenina que provoca la sumisión en el macho montés para ganar su derecho a apareamiento.


Esos momentos, esos instantes, son aquellos que conseguimos retratar para el deleite posterior y regocijarnos en la atractiva vivencia de compartir una jornada con ellas, en su medio, en su entorno y con el rigor y respeto que se merecen, para que no nos sintamos intrusos de su vida amorosa que ahora y siempre seguirán ofreciéndonos cada invierno en las altas cumbres de nuestra geografía. Donde encuentren el lugar adecuado para seguir perpetuando su hegemonía en las montañas nevadas.





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